12 septiembre, 2015

Repetimos el vivac

A finales del pasado mes de julio hicimos una de las actividades más emocionantes del año: el vivac. En aquella ocasión, por diversas circunstancias, solo pudieron asistir dos chicos. Así que decidimos dar una nueva oportunidad a esta excursión. Esta semana, justo antes de empezar el curso en primaria, hemos vuelto al bosque de los elfos para pasar allí una noche emocionante.

Esta vez han estado Pelayo, el único que repetía, Luis, hermano de Pelayo, que ya puede venir al club, y Jaime, que en la anterior edición no pudo estar. Partimos desde Anciles a mediodía del lunes 7 de septiembre. Nuestra primera parada fue en la cascada cola de caballo de Nocedo. Después nos dirigimos hacia el campamento de Valdelugueros. Allí encontramos a unos chicos del Club Deva de Gijón que estaban preparando una filmación. Nosotros nos fuimos hasta el canto de la forca para comer allí.

Pelayo, Houston, Jaime y Luis en lo alto del canto de la forca.
Después de comer nos dedicamos a explorar la peña del canto de la forca. Un poco de "escalada" controlada. Las vistas desde lo alto de esta peña son magníficas. De paso pudimos revisar un geocaching que guardamos aquí hace varios años. Todo en orden. Ya eran más de las cinco de la tarde, así que pasamos por el campamento a reponer agua y nos dirigimos inmediatamente hacia nuestro destino.

Preparar las mochilas con todo lo necesario para pasar una noche en el bosque lleva su tiempo. Hay que llevar todo lo necesario, pero dejar en el coche todo lo superfluo para no cargar con demasiado peso. El camino resultó agradable, no hacía demasiado calor y por el camino había abundantes moras. El lugar es realmente bonito.
Iniciando el camino hacia el vivac. Por el valle del fondo descenderemos al día siguiente.
Poco antes de las siete de la tarde habíamos llegado a nuestro destino. Dejamos las mochilas y enseguida comprobamos que la cabaña de palos estaba en perfecto estado. Nos dio tiempo a explorar los alrededores, a jugar al escondite, a preparar las cosas para la noche.

Ya en plena oscuridad, alumbrados por la luz de las linternas, acabamos de cenar. Después rezamos el rosario. A continuación se contaron historias emocionantes. Cuando nos fuimos al saco en la cabaña ya era casi medianoche. Houston siguió contando una nueva historia, pero no todos consiguieron escucharla completa, el sueño los venció. La noche fue larga, fría y silenciosa. Pocos pudieron dormir mucho.
Ante la cabaña donde pasamos la noche, antes de regresar.
Al poco de amanecer todo el mundo estaba despierto. Nos levantamos pronto. Hacía bastante frío. Hasta que el sol nos iluminó no conseguimos entrar en calor. Desayunamos y, después de recoger todo, emprendimos el regreso por lo alto del monte.

Primero tuvimos que subir una pendiente fuerte. Después continuamos caminando por lo alto del monte procurando no perder la senda. Un poco más tarde se terminó el bosque y salimos al monte bajo. Paramos un momento entre unas rocas con unas vistas espectaculares del valle del Curueño y del Bodón.
Una parada en lo alto del bosque.
Al poco de reemprender la marcha nos damos cuenta de que se escuchan a lo lejos bramidos y ladridos. Parecen vacas y perros, pero demasiado continuo... Hasta que nos damos cuenta de que es el principio del tiempo de la berrea del ciervo. A partir de aquí procuramos caminar con sigilo, sin hacer ruido y con los ojos bien abiertos. Entre las peñas del valle que tenemos enfrente, por el que vamos a descender, se escucha con intensidad los berridos de los ciervos y, en ocasiones, los ladridos de los corzos. Se palpa la emoción.

Lo cierto es que no vemos nada. Jaime afirma haber visto algún ciervo saltando entre las matas a lo lejos. Nadie más consiguió verlo. Caminar sin hacer ruido entre el monte bajo es imposible. En cuanto nos acercamos a las rocas entre las que escuchamos los sonidos, todo vuelve al silencio. Nos situamos en lo alto de unas rocas donde tenemos buena visión del valle. Escuchamos en silencio durante unos diez minutos. Al poco se vuelve a escuchar algún berrido lejano, incluso el entrechocar de astas. Pero no logramos ver nada.
Bajando por el fondo del inclinado valle entre enormes hayas.
Bajamos de las rocas y nos adentramos en el valle. No volvemos a escuchar más berridos. Ahora se trata de bajar por un valle muy estrecho con una pendiente realmente fuerte, entre unas hayas preciosas. Hacemos un concurso para ver quién se cae menos veces. Lo cierto es que las caídas fueron muy pocas. Después de algo más de media hora de descenso, llegamos al coche.

A esta hora ya hace algo de calor y necesitamos un baño. Nos vamos hasta las pozas de Los Caseríos. Allí nos pegamos un buen baño.... bueno, no todos. El agua está realmente fría y alguno no se atrevió a lanzarse al río. En cualquier caso es baño duró poco.

A continuación nos fuimos hasta el pueblo de La Valdorria. Nuestro objetivo es llegar a la ermita de San Froilán. Para esto tenemos que seguir el camino de la ermita y salvar los supuestos 365 escalones que llevan hasta ella. Pelayo se encargó de contar los escalones. Parece que faltan unos cuantos.
En lo alto de la peña donde está la ermita de San Froilán.
Allí pudimos comer tranquilos, contemplando un paisaje montañoso impresionante y el pueblo a lo lejos. Una vez bien descansados intentamos localizar un geocaching que había por los alrededores. No lo encontramos. ¡Ha sido saqueado!. Una pena. Antes de regresar a León pasamos por la cueva de Miriamor, en las hoces de Valdeteja. Aquí sí que localizamos, sin problemas, un nuevo tesoro de geocaching.

Regresamos a casa pronto. Estamos muy cansados. Hemos subido y bajado montañas, hemos pasado una noche en el bosque, hemos dormido muy poco. En el viaje de vuelta alguno se queda profundamente dormido. En cualquier caso lo hemos pasado realmente bien. En flickr podéis ver algunas fotos más.

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