31 agosto, 2011

La obediencia de los 3 a los 6 años



En estas edades se da el período sensitivo oportuno para costumbrar a los hijos a obedecer con libertad. Aprovecharemos este momento para enseñar a nuestro pequeño a obedecer de manera tranquila y no por miedo al enfado o al castigo.

¿Por qué no obedece siempre?

Durante esta etapa de la vida, el niño desobedecerá algunas veces para probar su voluntad frente a la nuestra. Querrá saber hasta dónde llega nuestra autoridad y su voluntad.

En otras ocasiones, la causa de la desobediencia del niño será nuestra el no saber mandarle correctamente. Los fallos que cometemos los adultos en el ejercicio de la autoridad pueden responder a causas muy lógicas: no podemos pedir lo que nosotros no hacemos. Si no procuramos tener la casa ordenada, tendrá poco efecto el pedir al niño que recoja sus juguetes.

Claridad en los mandatos.

Debemos procurar que nuestras órdenes sean claras y coherentes. Así evitaremos la confusión. No podemos obligar al niño o a la niña para que se acabe el primer plato si al día siguiente le permitimos no tomar todo el pescado.

Otro aspecto muy importante es que haya acuerdo entre el padre y la madre para exigir los dos lo mismo. De lo contrario se acogerá a lo que más le interese en cada momento.

Voluntad y autoridad.

La obediencia ni es el sometimiento ciego de la voluntad. Es un valor que se apoya en el reconocimiento de la autoridad. Para llegar a ese reconocimiento hace falta nuestro prestigio. Si el niño percibe en la autoridad un deseo de conseguir lo mejor para él, procurará cumplir lo que se le pida.

La autoridad debe ser firme. El enfrentamiento entre nuestra autoridad y su voluntad durará toda la vida, por lo tanto nuestra autoridad debe ser fuerte desde el principio. Si deseamos que los hijos hagan lo que les decimos, debemos insistir el tiempo necesario hasta que se acostumbren. Si les hacemos nosotros todas sus tareas seguirán evitando el responsabilizarse ellos de lo que les corresponde.

También deberíamos ser fiables y no prometer nada que no vayamos a cumplir, ni amenazar por amenazar. El confiar en nuestra autoridad evitará el desconcierto de los hijos.

Aprender a obedecer.

A estas edades no podemos pretender una obediencia perfecta. Lo importante es que el niño, poco a poco, vaya aprendiendo a obedecer. Les iremos pidiendo cosas sencillas al principio y fáciles de poner en práctica. No existen fórmulas mágicas para que nos obedezcan, pero existen algunos trucos que nos ayudarán a ir educando su voluntad:

- Las órdenes deben ser concretas, escasas y progresivas. Primero procuraremos que viva el orden en pequeñas cosas y más tarde nos centraremos en la higiene, por ejemplo.

- Procuraremos darles razones de porqué hay que hacer determinadas cosas. Podemos procurar la colaboración y el juego para que obedezca y evitaremos pedirle lo que no hará.

- Buscar el mejor momento para nuestras exigencias (nunca a mitad de un juego, por ejemplo)

- Facilitar que el niño obedezca a la primera, porque obedecer a última hora y con mala cara no es obedecer sino doblegarse. Les ayudará nuestra supervisión para comprobar que realizan la orden inmediatamente.

- Trataremos que nuestra exigencia vaya exenta de castigos o premios extraordinarios. Habrá que hacer ver al niño que se debe obedecer porque es bueno y no por un premio o por una amenaza.

- Cada vez que los hijos obedezcan no escatimaremos las alabanzas. Es mejor que le premiemos reforzando su autoestima y el deseo de mejorar, que mediante regalos.

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