28 marzo, 2011

Los premios en la educación de los hijos



El premio refuerza la autoestima y es una recompensa por un esfuerzo concreto, pero no es un método para que el niño se porte bien o un simple chantaje.

La educación no es una Ciencia Exacta, ni un vademécum de recetas a utilizar según las diferentes situaciones. Para educar debemos conocer a cada hijo y saber en qué momento se encuentra para saber qué hacer y cómo hacerlo, y para ver si es necesario un premio o un castigo.

El subconsciente y la educación


El subconsciente actúa en el área de los sensible y en función de los sentimientos de agrado o desagrado.

El subconsciente es atraído por el cariño y la alegría y rehuye el dolor, la tristeza y el miedo. Cuando el niño hace una buena acción y recibe cariño, tanto el consciente como el subconsciente le animan a repetir la acción para recibir más cariño.

Cuando el niño realiza una mala acción y se le regaña, el subconsciente recibe algo desagradable y esto ayudará a no repetir la mala acción y facilitará que se corrija.

Si el niño hace algo mal y se le corrige con cariño, el consciente escucha la advertencia y tiende a cambiar la conducta. Al contrario que el subconsciente, que al ser sensible a las muestras de cariño, tiende a repetir el acto –en este caso malo-, para recibir más cariño. El subconsciente no valora lo bueno o lo malo de las acciones, pero sí la recepción de muestras de cariño.

Lo más aconsejable en el caso de una mala acción es razonar al niño para formar su conciencia, pero sin especiales muestras de cariño. El consciente no mostrará rechazo y el subconsciente no actuará ya que ha recibido estímulos sensibles. Además, toda mala acción, debe llevar un castigo para fomentar la responsabilidad de los propios actos. Esto no significa que no se perdone al hijo ante una mala acción, pero no debemos quitar el castigo, porque de lo contrario, no evitaremos que el hijo repita la mala acción.

¿Hay que premiar para que nos obedezcan?


Los premios y los castigos están muy relacionados con la obediencia. La autoridad es la principal influencia externa de los padres respecto a la educación de sus hijos. La autoridad debe ser entendida como un servicio a los demás.

Los más frecuente es que los hijos desobedezcan, por lo que será muy importante ayudarle con algún tipo de motivación. Pero no toda motivación es igual. No da lo mismo emplear una que otra.

Existen dos tipos de motivaciones: la material y la moral o intelectual que consiste en dar razones para mover la voluntad.

La motivación material no ayuda a educar. Esta motivación puede promover el materialismo. En cambio, el dar cariño, el dedicar tiempo es la mejor manera de motivar a los hijos. Aunque los niños sean pequeños, se fijan en todo lo que ven y lo que oyen. Por eso debemos ofrecerles explicaciones adecuadas a su edad. Procuremos valorar sus esfuerzos diciéndoselo privada o públicamente.

A la hora de elogiar es preferible anteponer el esfuerzo realizado al resultado obtenido. Lo que importa es que el hijo se sienta cada día más a gusto por el hecho de ir mejorando y no por lo que tiene o recibe.

Algunas ideas


- Procura exigir sin amenazas o premios extraordinarios.

- Si prometes dar un premio procura que no sea algo excepcional.

- A partir de los cinco años la exigencia debe combinarse con el razonamiento.

- No gratifiquéis a vuestro hijo constantemente para no enseñarle a actuar sólo por la recompensa que recibe.

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