01 noviembre, 2010

El optimismo en la educación de los hijos


La autoimagen que un niño tiene de sí mismo condiciona la manera de vivir, sentir e interpretar la realidad. Esa autoimagen positiva o negativa hace que la realidad se vea de manera diferente por parte de cada persona.

¿Cómo corregir?

Frases como “eres un desastre”, son valoradas de manera diferente por un niño que se siente valorado, que por otro que ha vivido el rechazo por parte de sus padres o educadores. El primero se muestra tolerante e interpreta esa afirmación como una frases coloquial, mientras que el que se siente rechazado hace una interpretación literal de la misma y es la confirmación de sus sospechas.

Esta es la razón para que los padres corrijan la conducta de sus hijos desde un punto de vista positivo, transmitiéndoles que les quieran y que están contentos con ellos, pero no con su conducta. Deberíamos entrenarnos en utilizar frases como las siguientes u otras similares a ellas:

- “Eres un buen chico, pero esto que has hecho…”.

- “Te quiero mucho, pero te castigo porque…”.

- “Eres estupenda, pero tienes que mejorar en…”.

- “Después jugaremos a ese juego que te gusta, pero ahora tienes que tranquilizarte”.

- “Eres una buena chica, pero te has equivocado. Vete a tu habitación y piensa cómo puedes mejorar eso…”, etc.

El amor, la aceptación y el cariño enriquecen la educación y son muy buenos antídotos contra el estrés infantil, además ayudan en el desarrollo equilibrado de la persona.

La educación no debe ser una lucha de los padres para que los hijos alcancen las metas que los padres desean, sino la aceptación de lo que el niño es y no de lo que es capaz de conseguir.

El ciclo del optimismo o del pesimismo

Cuando un niño tiene la impresión de que no satisface a sus padres, de que saca malas notas, o de que se le da mal una asignatura, se siente insatisfecho.

En cambio, cuando se siente valorado sin condiciones, y que sus padres están contentos con él, la autoimagen positiva favorece el desarrollo de pensamientos positivos y se activan todos los procesos cerebrales que intervienen en su desarrollo.

Cuando un niño es pesimista respecto a sus capacidades ve la vida desde el lado negativo y piensa que no será capaz de mejorar.

Desde muy pequeños, los niños buscan alrededor y aprenden a leer la cara y los gestos de sus padres. Los bebés ven la vida a través de los ojos de sus padres.

Basta observar con detenimiento la conducta de los niños pequeños para darse cuenta que, cuando un niño de unos dos años pasea por la calle cogido de la mano de su madre y se encuentra con un extraño que la saluda, mira a la cara de su madre para decidir cuál ha de ser su reacción ante el desconocido. Si le cae bien a su mamá, sonríe y se muestra abierto, pero si le cae mal a su madre; se mostrará huraño y se esconderá detrás de ella.

Cuando el niño o la niña van creciendo, su conducta se va ajustando a la autoimagen que ha construido en la infancia, hay un impulso que le empuja a la coherencia y le ayuda a entrar en resonancia con las situaciones que reafirman sus creencias y sensaciones internas.

El niño que tiene una imagen positiva de sí mismo, se identifica con la visión optimista y viceversa. Cuando el niño se considera incapaz de alcanzar las expectativas que le propone el entorno, se siente fracasado vive con miedo al fracaso. Comprueba que haga lo que haga, las cosas no mejoran y la vida se complica.

Detectar el pesimismo y reconvertirlo en optimismo.

Por esta razón, es muy importante, cuanto antes, detectar si el niño tiene una autoimagen negativa. El optimismo y el tono vital positivo convierten en fácil lo difícil. Esto no quiere decir que no debamos castigar o corregir; pero no deberíamos nunca descalificar a la persona. Habrá que decir que es una persona valiosa, pero que debe mejorar en algo concreto. Por todo esto os animo a educar el optimismo y con optimismo a vuestros hijos o hijas.

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